jueves, 19 de mayo de 2011

Había una vez...

Había una vez Ella y Él.
Él no lo admitía, pero por su profesión tenía algo de Dios: de su mano muchas veces dependía lo que podría pasar con una persona.
Y aunque no lo asumiera explicitamente, había en su persona un dejo de soberbia, una frialdad que dejaba en evidencia cierta superioridad.
Pese a eso no se llevaban tan mal.
Ella a veces quería saber de su vida y él le contaba lo ocupado que estaba.
Y un día gris y frío le escribió: 
"Debes estar corriendo como siempre mientras yo miro el río con niebla y se me ocurren un montón de cosas que hacer un día como hoy. En fin, esa es la diferencia entre Dios y los simples mortales. 
Besos"
Y se fue de viaje.
Y encontró un simple mortal con quien hacer cosas entre la niebla.
Y colorín, colorado...

4 comentarios:

Oli! dijo...

No se habrá ido al Curso Internacional de Actualización en Cirugía???
Me voy a tu otro blog.
Chau

Lila Biscia dijo...

clap clap clap clap!

la diferencia quizas entre quien quiere vivir, y quien solo transcurrir.

muy bueno

(yo tambien miro el río y juego a pensar en lo que se esconde entre la niebla...)

besos!

La Chica dijo...

OLI!: La que se fue de viaje era ella, y como no es cirujana no creo que haya ido ahí.. tenía destinos más tentadores...
Chau!!!

LILA: Muchas gracias!!!!
Muy acertada la diferencia, aunque a veces me cuesta creer que haya personas que solo quieran transcurrir...
En fin, pobres de ellas, así nunca entenderán el encanto de lo que se esconde tras la niebla.

Besos

Elcaligrafista dijo...

Precioso. Dios se haciendo el mundo y los mortales haciendo a dios (y otras cosas de mortales, como besarse en la niebla)

mi beso