martes, 29 de junio de 2010

Punto Jersey

Buenos Aires se llena de luces a la noche. El río las refleja y las multiplica, lo edificios las llevan alto, bien alto.
Me asomo a la ventana para verlas, me pierdo en sus destellos y pienso tantas cosas.
Recuerdo este mismo balcón, una tarde lluviosa de verano, mientras te esperaba con una sonrisa ansiosa.
Ya no te espero y a veces me obligo a recordarte, en un ejercicio masoquista que muchas veces me tortura y que tantas sesiones me ha insumido.
Ya no sé porque, con que sentido, pero lo hago. Cada vez duele menos, lo que es mejor, pero eso no significa que haya desaparecido.
¿Donde estarás? A veces siento que solo es esa pregunta, el no saber la respuesta lo que te mantiene vivo. Otras ese vacío me absorbe, convirtiéndose en un todo que no deja lugar a nada más, ni a mi misma, tan pensando en vos me quedo.
Cuando te conocí decidí no escribir más, dedicarme a vivir… y me dejaste tan asustada que tuve que volver a refugiarme en el blanco.
También volví a las agujas: tejo y destejo lanas como me hubiera gustado hacer con ciertas cosas, volviendo hacia atras para corregir errores, empezando una y mil veces todo hasta que quede de la manera en que a mi me gusta.
No es fácil, a veces, si no vas ordenando todo a medida que vas armando o desarmando, se pueden hacer nudos en todas partes.
Yo me dedique a tirar alegremente, totalmente fascinada. Ahora que me doy cuenta que se terminó la lana me encuentro con un montón lleno de nudos a mis pies… y no es lo que pensaba… y ahora me cuesta un montón desatarlos, ordenar nuevamente. Y hay veces que me parece tanto...
¿Qué voy a hacer con todo lo que escribo?

miércoles, 23 de junio de 2010

CATARSIS

Había desaparecido de la faz de su tierra, sin dejar ni siquiera un indicio, un algo.
A veces se planteaba que, de no ser por esas visitas a su casa, bien podía ser que él nunca hubiera existido realmente.
Sabía que no tenía sentido pensar eso, porque él si había sido: había estado en las tardes eternas y pesadas en su laburo, cuando todos van huyendo poco a poco, él aparecía para hacerla reír. En las noches insomnes, en las que el mundo dormía ahí estaban, armando mundos de música, cocina y tantas cosas más. En las tardes de resaca ofrecía compañía sin cargo alguno, con la extraña habilidad de sacar dolores de cabeza. Ella reía, se sentía mujer...
Y de repente no estuvo más.
Siguió riendo, con una carcajada menos; y a veces se sentía una nena triste, que solo quería que la abracen.
Deseo por todos los modos y con todas las fuerzas que él volviera, le rezó a cuanto Santo se le cruzó, mando todo tipo de mensajes…
Entonces quiso seguir escribiéndole, le hubiera regalado plazas de letras en las cuales sentarse los dos a hablar de sus vidas y alguna muerte.
Se daba cuenta que eso era un pobre intento de traerlo de vuelta… tapaba el silencio con palabras, no importaba de quién, lo vital era llenar esos agujeros por donde se le escapaban las cosas, las casas, los casos…
Negación a interpretar esos silencios como rechazo, porque esa crueldad no coincidía con lo que él había mostrado de su persona. Entonces no podía ser, mil cosas que podrían haber pasado, todas inverosímiles, salieron de su cabeza, pero ninguna era verdad y lo sabia…
Ese rechazo inexplicable, sin entendimientos la dejaba girando en falso, descubriendo un montón de cosas, ninguna de las cuales le parecía importante porque de todas maneras el panorama era el mismo, un triste paisaje de desolación, un jardín que se iba tornando árido…
Esperaba que se hiciera arena para que el viento la barriera y no quedara nada de él en ella, pero a veces creía entender que el olvido no sirve, es solo el entierro de nuestros vivos. Y a ellos, como a los muertos, podemos llevarles flores o dejarlos sucumbir en una lenta agonía de olvidos. Sin embargo nada quita que, sea lo que sea que se eligió hacer, siempre dejaran constancias de que existieron.
Mientras tanto, mientras esperaba que el tiempo haga milagros, ahí estaba, frente a su milésima caída en la nada, o sea en él, que no estaba, que se había ido…
Si le diera la oportunidad de hablarle, no lo dudaría y lo llenaría de palabras: palabras como besos, palabras como enojo, palabras y más, más palabras. Eso le regalaría. Después sí…después lo besaría…
Tantas veces fantaseaba con un regreso. Lo preferiría sencillo, sin demasiado espamento. Era algo así como verlo a través de la puerta de vidrio; luego ya sin puerta, él frente a ella para terminar con sus brazos alrededor de su cuello. Para completar el cliché, a veces pensaba que lloraría un poco. Y lo haría sin miedo, porque él estaría ahí y, de todas maneras, que tan malo resultaría mostrar sus sentimientos.
Sí, el estaría ahí…
Él…
Entonces pensaba en esa y tantas otras cosas que nunca tendría: un león, una jirafa, o un hipopótamo para la pileta de verano… sin embargo no podía evitar que no tenerlo a él le doliera un poquito más que no tener todo lo demás…

lunes, 14 de junio de 2010

ELLA


Ella se reencontró con un viejo amor de secundaria. Está ansiosa, nerviosa, tratando de reubicar las fichas.
Se siente tironeada entre lo que quiere, lo que pasa y lo que piensa que sucederá (en caso de que exista un futuro).
Las esperanzas y la alegría la desbordan, pero sabe por experiencia que no siempre se consigue lo que quiere, por eso sus ilusiones se ven sepultadas por un alud de vacilaciones y desaliento.
Me cuenta todo por teléfono: atropella mis oídos con palabras, risas, suspiros y quejas. 
Ella es un adolescente que cuando menos lo esperaba se encontró desempolvando sentimientos que había tratado de guardar hace tiempo…
En el transcurso de la conversación escucho otra voz, infinitamente más dulce que la de quien sostiene el teléfono: su hija le pregunta algo, por suerte las únicas dudas que tiene son aquellas que solo su madre puede solucionar.
Ella tiene una hija…
Entonces pienso como será... Que tan difícil es tratar de ir creciendo y armando una vida y, en el camino y en estéreo, enseñarle todo eso a otra persona...